Una de las cosas que he ido aprendiendo a lo largo del año pasado es a decir que no. Antes no sabía decir que no, una forma básica de poner límites, así que la gente hacía un poco lo que quería conmigo. Este hecho me ha dado la libertad de hacer lo que yo quiero en vez de hacer lo que otros quieren. Esto ha ido haciendo que poco a poco vaya hablando mas sin temor a que se me castigue, y al hacerlo y ver que no pasa nada malo me da pié a seguir hablando.
Al ir hablando, paulatinamente me ha vuelto el humor y he desfruncido el ceño. Es algo muy curioso, ya que al perderle el miedo a expresarme, puedo reírme de la gente, a veces con la gente, incluso burlarme de ella, y por supuesto, espero la misma respuesta o mayor hacia mi para reír aún mas. Pero, como he estado serio unos años, no sabría decir el tiempo exacto, pues la gente se queda un poco descolocada, lo cual también es gracioso, pero estaría mejor que siguieran la coña. Tiempo al tiempo.
Además, nunca he sido de hablar mucho. He sido un tipo callado a mi bola, un poco con miedo a hablar por si la gente de alguna manera me iba a rechazar. Pero la gente no rechaza por eso, puede estar a favor o en contra, y hablar da pie a saber esas cosas, pueden reirse, que me ha pasado mucho, pero cuando he visto que realmente no pasa nada, me da por empezar a hablar y seguir hablando. De hecho tengo ganas de hablar con la gente, y cuando paso un par de días sin hablar parece que me pasa algo. Es mas, tengo ganas de conocer gente nueva, algo que para quien me conozca es raro en mi, para todo el mundo es algo básico que pocas veces me ha pasado, y estoy descubriendo ahora.
Por otro lado, desde que escribo ordeno mejor las cosas que tengo en la cabeza. Por lo general voy pensando en varias cosas, y hablar con la gente significa interrumpir eso para ponerme a pensar y a hablar sobre cosas que me interesan menos. Pero ahora todo eso está mas ordenado, y no pasa nada por darle al boton de pausa interno para empezar desde cero una conversación, ya que como todo esta mas o menos en su sitio es fácil buscar las ideas que tengo sobre una u otra cosa, incluso agregar las ideas que me estaban rondando en ese momento si tienen algo que ver. Y, a la hora de hablar, sale todo bastante natural, no va a trompicones como antes.
Dicho todo esto, como tengo ganas de darle a la sinhueso, tengo el humor a tope, y voy con tantos filtros como frenos, muchas veces de las que hablo con la gente me llaman malo o cabrón, especialmente cabrón. Al principio me daba cosa y pensaba que les estaba ofendiendo, pero ahora me parece un indicador de que voy por buen camino, y de que gusta que sea así, justo lo contrario de los miedos que tenía. Pues nada, a ser un cabrón toca.
me llaman cabrón
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